martes, 27 de julio de 2010

Paris tiene rostro de mujer

¿Puede descifrarse una ciudad por aquello que dejan traslucir sus ventanas? Si la imagen más recurrente, inefable e icónica que dibujan las ventanitas romanas es la de una anciana asomando algo más que las narices, aquella que Paris tendría para mostrar sería un tanto más audaz. 
Fue la primera imagen que me mostró la ciudad, apenas salí de la estación de metro San Sebastian Froissart: asomando hacia la rue des Beaumarches, una ventanita de primer piso dibujaba la silueta de dos almas que con mimos y besos se entregaban a una pasión desenfrenada. Ella, rubia y de cabello corto, transgresora en todas sus formas. Él tenía todo el aspecto de un intelectual: una incipiente barba, algunas canas caprichosas, y un par de lentes redondos. 

Si cada ciudad tiene personalidad propia, la
de Paris es, definitivamente, la de una mujer. Altiva, desenfadada, pero sobretodo sexy, Paris es una dama exigente que requiere un cortejo delicado y oportuno. Como a toda mujer, hay que conquistarla, saborear cada comisura de su cuerpo, jugar con la mirada, dejarse seducir. Admirar sus imponentes bellezas desde lo alto, pero también acercarse a indagar en los rincones profundos y olvidados.


Me dí cuenta mientras subía las escaleras exteriores del museo George Pompidou, a medida que su silueta curvilínea y delicada comenzaba a asomarse por la ventana. Un tenue resplandor difuminaba los contornos a la distancia, y dos nubes pesadas se arrastraban sobre los tejados azules. Hacia el este se alzaba Montmartre, más blanco que nunca, bajo un halo de luz diáfana que lo resguardaba de la tarde gris. Era un panorama denso, imponente, extremamente sugerente. Era exactamente la sensación que se tiene ante una dama ofendida.




Cada rincón, cada barrio y cada avenida componen en perfecta armonía el cuerpo terso y sensual de esta mujer. Si su corazón es la Ile de la Cité, allí donde la belleza es imponente pero sólo se encuentran los verdaderos tesoros si se los busca, su mente está en Saint Germain des Près, reducto bohemio de poetas y literatos que, desde Voltaire hasta Sartre se reunían en sus míticos barcitos para echar sus mentes a volar y reecontrarse en esa otra dimensión que es la filosofía. Sus calles, que nacen sobre la rive gauche del Sena, se adentran hacia el barrio tiñiéndose de los miles de colores que pintan bistros, cafés y restaurants que disponen las emblematicas sillas de mimbre hacia la avenida.

Por les Halles corren sus venas, a través de ese frenético telar de calles y boulevards en donde el aroma a crèpe se funde con la musica de los comerciantes y los colores abruman la vista. Su libido esta en Montmartre, que despunta sobre una peque
-->ña colina hacia el norte. Antigua zona de cabarets, entre los que se encuentra el Moulin Rouge, la zona deviene actualmente un reducto pintoresco en el que pintores y artistas desdibujan el pasado profano del barrio. Pero, lejos de ser historia, su espíritu sigue vigente tal como en la belle epoque; después de todo, no le será fácil esconder la libido que se adivina en las mismas formas curvilíneas de Sacre Coer.


El barrio Latino custodia los secretos de su pasado con gran celo, sólo dispuesto a revelarlos a quien se adentre por horas a recorrer los mercados y negocios de la rue Mouffetard, a quien pruebe mil y un baguettes hasta elegir su preferido.

E
mprender la conquista de Paris, sin embargo, no es tarea fácil. A la dama sofisticada de la Opera Garnier, de la avenida Champs Elysees y de los numerosos Palais que se alternan a traves del Sena pocas cosas podrían sorprenderla.
Yo, que había llegado en busca de la Paris de Cortázar, la Paris bohemia e intelectual, la Paris que una vez revolucionó al mundo con las armas y mil veces lo hizo con las ideas, me encontraba con esta mujer indiferente y delicada. Quizá, sin saberlo, la había ya encontrado en aquella primera imagen, en aquellos amantes que, como la Maga y Oliveira, consumían su pasión y sus días en una habitación sórdida y amarillenta. Después de todo, fue el mismo Cortázar quien dijo que "en el fondo, Paris es una enorme metáfora".

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